TORGO lleva mucho tiempo inspirando sueños. Uno, por ejemplo, hace más de setenta años, cuando un autodidacta gallego hijo de emigrantes en Lisboa, con sensibilidad para el vino y experiencia en su compra y venta, diseñó la finca para el viñedo ideal: tres amplios bancales orientados hacia el sureste y protegidos por altos muros de granito claro para reflejar el sol de todo el día, conservar su calor y resguardar las viñas de los fríos del norte. Un microclima dentro de otro. Quiso, además, que el paisaje fuera abierto y hermoso, que las aguas de riego estuvieran al alcance de la huerta, los frutales y las flores, con un lugar reservado también para las colmenas.
El sueño se continuó después con la construcción de la casa de tipo indiano (algo excepcional, dado que éstas se reservaban para los emigrantes retornados de las Indias, donde él siempre había soñado vivir) y con la elaboración del vino, muy valorado en la zona y con una clientela fiel. Más tarde, casi siempre desde cientos de kilómetros de distancia, la familia se esforzó por detener el lógico deterioro de la finca, que no se podía atender cómo sería deseable, y de la casa, apenas sin habitar y sin reformar durante décadas.
Hacia el año 2000 la hija del soñador decidió que Torgo debía recuperar su viñedo, que se volvería a elaborar vino de calidad con las uvas de Torgo. Renovó la finca, haciendo hincapié en las variedades características de la zona que habían dado el vino más elegante de Torgo, el tipo condado: albariño, loureira y treixadura. En la declaración de intenciones siempre estuvo presente el cuidado de la tierra, del entorno, de las aguas, de lo más natural. Se mantuvieron todos los frutales antiguos, se plantaron otros nuevos, kiwis incluidos, y unos años más tarde se pudo afrontar la restauración de la casa. De ahí a volver a vivir el bullicio de las vendimias que acaban en la bodega de casa pasaron pocos años. Se acondicionaron las instalaciones para una bodega moderna en el mismo lugar que había estado la original, y se hizo lo posible por conservar el ambiente y las piezas de ésta justo al lado, cómo no.
Hoy el tributo a los que creen en el trabajo y en los lugares bellos se hace realidad en los nuevos vinos TORGO.
TORGO lleva mucho tiempo inspirando sueños. Uno, por ejemplo, hace más de setenta años, cuando un autodidacta gallego hijo de emigrantes en Lisboa, con sensibilidad para el vino y experiencia en su compra y venta, diseñó la finca para el viñedo ideal: tres amplios bancales orientados hacia el sureste y protegidos por altos muros de granito claro para reflejar el sol de todo el día, conservar su calor y resguardar las viñas de los fríos del norte. Un microclima dentro de otro. Quiso, además, que el paisaje fuera abierto y hermoso, que las aguas de riego estuvieran al alcance de la huerta, los frutales y las flores, con un lugar reservado también para las colmenas.
El sueño se continuó después con la construcción de la casa de tipo indiano (algo excepcional, dado que éstas se reservaban para los emigrantes retornados de las Indias, donde él siempre había soñado vivir) y con la elaboración del vino, muy valorado en la zona y con una clientela fiel. Más tarde, casi siempre desde cientos de kilómetros de distancia, la familia se esforzó por detener el lógico deterioro de la finca, que no se podía atender cómo sería deseable, y de la casa, apenas sin habitar y sin reformar durante décadas.
Hacia el año 2000 la hija del soñador decidió que Torgo debía recuperar su viñedo, que se volvería a elaborar vino de calidad con las uvas de Torgo. Renovó la finca, haciendo hincapié en las variedades características de la zona que habían dado el vino más elegante de Torgo, el tipo condado: albariño, loureira y treixadura. En la declaración de intenciones siempre estuvo presente el cuidado de la tierra, del entorno, de las aguas, de lo más natural. Se mantuvieron todos los frutales antiguos, se plantaron otros nuevos, kiwis incluidos, y unos años más tarde se pudo afrontar la restauración de la casa. De ahí a volver a vivir el bullicio de las vendimias que acaban en la bodega de casa pasaron pocos años. Se acondicionaron las instalaciones para una bodega moderna en el mismo lugar que había estado la original, y se hizo lo posible por conservar el ambiente y las piezas de ésta justo al lado, cómo no.
Hoy el tributo a los que creen en el trabajo y en los lugares bellos se hace realidad en los nuevos vinos TORGO.